viernes, 19 de agosto de 2011

Los cacharros.


Como decía uno de mis compañeros de viaje "me sacaron de la finca y me mandaron a Kansas". Lo bacano de mi amigo es que tiene una actitud "aguerrida", si se quiere. Es de esos manes que va y pregunta al primer gringo que vea, se hace entender, así sea en inglés "chapotiao" o "arrastrao". Un inglés con el musgo en los talones..

En fin, nadie está exento de pasar penas, confusiones o el popular cacharro que llaman. El motivo de aquel viaje fue una capacitación en una nueva tecnología para desarrollo de websites. Particularmente llevábamos todo el día hablando de Smart Phones. Eso era smart phone para arriba y smart phone para abajo, aunque a mí no me cuadraba mucho el contexto porque nunca se habló de otra plataforma, como iPad, o el popular PC. 

En varias ocasiones estuve tentado en pedir demostración: No sé, que alguien saque el Android y nos muestre cómo queda el sitio web en el celular, osea como para partir el ojo, ¿si?. Pero no me animé. Ahora pienso que menos mal no lo hice porque esa noche revisé el manual del curso y por todo lado decía "Smart Form". Es que uno si es bien indio en la vida, ¿no? Del pueblo.

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Una mañana uno de mis compañeros entró a su habitación después de desayunar y vio la puerta abierta ya que estaba la señorita del aseo. La saludó normal, entró y se asustó mucho cuando no vio ninguna de sus maletas. Supuso que la señorita las metió en algún armario. Abrió el armario y… ¡¡TAMPOCO LAS VIO!! Se puso rojo, muy rojo -de por sí él es de estas personas de piel blanca que con el sol en el televisor ya se broncean- y le iba a hacer el reclamo a la "vieja ladrona y descarada esta". Salió a buscarla antes de que ella se subiera al ascensor con las pertenencias escondidas debajo de la mesita en la que lleva las sábanas (él tampoco se pierde película gringa). Empezó a correr por el pasillo hasta que cayó en cuenta que esa no era su habitación.

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Un par de noches salimos a caminar con ellos de compras y de paso tomarnos fotos por todo lado (de la ciudad, no piensen otra cosa, cochinos). No pude evitar notar cómo mientras todos dejan sus paquetes en cualquier lado para tomarse la foto, nosotros los colombianos somos los únicos que si lo hacemos no le perdemos el ojo. Tenemos un ojo en la cámara y el otro en el paquete, listos a agarrar a camarazos al primer raponero que sea tan osado como para robar a un bogotano emberracado.

Las diferencias culturales son abismales. Ojalá nosotros aprendiéramos varias cosas (no todas, por supuesto) que nos ayudarían a ser mejor sociedad. Pensar más en el bien común y menos en el particular. Pero eso sí, nunca, jamás, me arrepentiré de ser un colombiano rabalero que se trae sus costumbres e ignorancias a otros países. De los que se ríe de los "cacharros" de los amigos y de los propios. Que se burla del pobre que manda el primer mordisco al sandwich lleno de jalapeños. Estoy muy orgulloso de ser bien colombiano. ¡Y qué!

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