jueves, 19 de diciembre de 2013

Bogotá es un Venezuela chiquito.

Si lo pensamos un poco, Bogotá se nos está volviendo poco a poco una Venezuela chiquita, con el perdón de los venezolanos. Antes de continuar prefiero aclarar que quiero mucho a nuestro país vecino; tengo familia tanto en Caracas como en San Cristobal y por eso conozco de primera mano lo que allá ha pasado; quizás es por eso que me da tanto miedo que lo mismo pase en Colombia, o en Bogotá para ser precisos. Y es que ya está pasando.

Gracias a la mano -justa o injusta- del señor Procurador monseñor Ordoñez, Petro se creció. Ahora es un símbolo de las injusticias y pasó de ser un pésimo alcalde a ser un mártir.

El ex-guerrillero es un excelente político pero un pésimo gerente, que es lo que necesita ser un alcalde. Un buen político es aquel que, entre otras, tiene habilidades oratorias y convence a la gente de adoptar ciertos ideales, usualmente es la gente que tiene más necesidades.
Gracias a esa habilidad Petro es un excelente opositor. En el Senado denunció montones de situaciones y representó oposición a alcaldes (sí, como al de Bogotá), senadores e incluso el presidente.

Pero ser buen político no es ser buen administrador, buen gerente o buen ejecutor. Es ahí donde los bogotanos que votaron por él se equivocaron. Y Petro lo venía demostrando a diario. 
El Procurador hizo lo que la Registraduría no ha hecho: sacar a Petro de la alcaldía. El problema es que gracias a la manera en que eso se dio, el ex-M19 se nos creció. Lo sacaron de la oficina en la que es un inepto y se le puso en la plaza pública donde es un maestro. El tipo ahora vive detrás del micrófono o el megáfono, gritando la "injusticia" que se le hizo. Y no solo a los bogotanos ni a los colombianos, sino al mundo entero a través de las entrevistas que da a medios internacionales como CNN.

Petro volteó los hechos y está distorsionando la realidad, como hacía Chávez. Ya el mundo no piensa que este señor de mirada etílica salió por incompetente sino por perseguido político. Ahora resulta que Petro salió de la alcaldía porque la derecha no lo quiere y no porque no fue capaz de sacar adelante la ciudad. Se acordarán de mí: si Petro sigue, empezará a decir que hay complot para envenenarlo. Se acordarán de mí, insisto.

Y ya nadie habla de huecos, trancones, inseguridad, ni el futuro de Bogotá. Ahora solo se habla de "fascistas", "persecución", "injusticia" y hasta "golpe de estado". ¿Un ex guerrillero diciendo que le hicieron golpe de estado? El chiste se cuenta solo. No olvidemos que hace unos meses él mismo dijo que si se le destituía podría repetirse lo del M-19. No sé a ustedes pero a mí eso me sonó a amenaza.

El discurso de Petro, como buen guerrillero, siempre ha sido guerrerista. Para él Bogotá es un campo de batalla. Como se puede apreciar en la nota de Yesid Lancheros publicada en El Tiempo. "Somos derrotados o ganamos" es su lema. ¿Un alcalde hablando de luchas? ¿No se supone que ya había ganado las elecciones? Es el típico "yo contra el mundo". Un resentido. Qué discurso tan peligroso.

Claro, la Plaza de Bolivar se ve llena de gente, pero no todos los bogotanos nos vemos representados allí. Los que están allá son recicladores y empleados del distrito. Si nos descuidamos, en estico Petro empezará a meterle el típico "imperialismo yanqui", "el diablo gringo" y dirá que sus opositores huelen (olemos) a azufre. Se va a poner boina y va a televisar sus discursos cada domingo en "Aló Alcalde".

Existe una posibilidad de que Petro siga en la alcaldía, pero ahora crecido, fortalecido en su discurso y, poco a poco, volverá a Bogotá una Venezuela chiquita. Cada vez se verá más su mala gestión, se notarán las fallas, pero nadie podrá hacer nada, será intocable porque si lo destituyen será "una víctima del establecimiento". Pobrecito el muchacho, pequeño guerrillerito.

Si sigue de alcalde, los únicos que podremos bajarlo somos los ciudadanos. Ahí sí deberíamos marchar y protestar. Ya que por fin la Registraduría nos da la oportunidad de votar por la revocatoria, HAGÁMOSLO. A mí me duele mucho Bogotá y veo como cada vez está más acabadita y maltrecha. Si ese señor sigue en la alcaldía, es nuestro deber como ciudadanos inconformes el protestar pacíficamente de verdad, pero en la calle. En las reuniones familiares con chocolate en mano es muy fácil.

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